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Aquí volví a nacer

Una tarde de domingo, María y Jaime paseaban por las calles de Barcelona. Caminaban y charlaban a la vez. Hacía poco que salían juntos y aún tenían mucho que explicarse uno del otro. Bajaban la calle Torras i Pujalt cuando de golpe María exclamó: “¡Mira Jaime. Aquí volví a nacer!”, confesó la joven de 35 años con los ojos empañados y señalando a la Clínica Sagrada Familia. Jaime se detuvo en seco. De golpe empalideció. “Yo también, María. Yo también volví a nacer aquí”, contestó el abogado de 44 años.

María fue diagnosticada de cáncer de mama a los 30 años de edad y tras estudiar todas las posibilidades, su oncólogo y yo decidimos actuar por la vía quirúrgica. La operación fue un éxito y María ganó la batalla al cáncer.

Jaime, por su parte, padecía obesidad mórbida que le impedía llevar una vida normal, afectándole cada vez más a su salud. Decidió operarse y recuperó su calidad de vida.

María acudió ayer a la consulta y no tardó un segundo en explicarme esta historia y gran coincidencia. Me sentí sumamente satisfecho de haber ayudado a cada uno de ellos.

Un corredor de ironman que pesaba 130 kg

Enrique pesaba 130 kg y decidió operase. “Si esto funciona me pongo tejanos”, me dijo el primer día que lo visité. Y efectivamente. Tras pasar por el quirófano, vino a verme con unos Lewis.

Lo más sorprendente es que una semana que me encontraba en Menorca pasando consulta, decidí quedarme el fin de semana para aprovechar y ver a unos amigos.

Ese domingo se realizaba el Ironman y decidimos ir a recibir en la línea de meta a aquellos auténticos hombres de acero capaces de realizar 1.900 metros de natación, 90 kilómetros de ciclismo y 21,1 kilómetros de carrera a pie. De repente, noté que alguien me tocaba la espalda y antes de que pudiese girarme, me dijo: “Dr. Rull, ¿pero es que no me conoce?”.

Cuando lo tuve de frente, no supe cómo reaccionar, ¡no sabía quién era! Sólo bastó con que me recordase su promesa tras la operación.

No pude decir otra cosa que no fuese la admiración que sentía hacía él en aquel preciso instante.

El viaje en taxi que cambió la vida de Juan

Juan era un hombre de 40 años. Comercial y padre de familia. Desde que era joven su IMC superaba lo normal. Con los años, se acentuó hasta sufrir obesidad mórbida.

Desde hacía un año que su mujer le recomendaba que se operase. Lo veía cansado y con pocas fuerzas para superar el día a día. Él sabía que su esposa le había guardado en su mesita de noche el número de teléfono de un cirujano general que cuatro o cinco personas le habían recomendado. Pero la tarjeta seguía allí. En el cajón.

Como cada lunes, Juan cogió un taxi para dirigirse al aeropuerto. Su mejor cliente lo esperaba en Madrid para comer.

Durante el trayecto, Juan notaba que el taxista no le sacaba el ojo de encima y lo miraba continuamente por el retrovisor. Como si quisiera decirle algo pero no se atreviese a hacerlo. Finalmente, el conductor le confesó: “Yo también estaba gordito pero mi mujer me acabó convenciendo para que me operase y, sinceramente, no me arrepiento. Me ha cambiado la vida”.

Juan escuchaba con atención todo lo que aquél taxista le explicaba hasta que llegaron a su destino. Fue entonces cuando el conductor le anotó un número de teléfono mientras le decía: “Hágame caso. Llame a este cirujano. No se arrepentirá”.

Cuando Juan regresó a casa después de dos días de intenso trabajo, recordó que aún llevaba en el bolsillo de la chaqueta la nota de aquel taxista. La recuperó e inmediatamente la guardó en su mesita de noche junto al número de teléfono que hacía tiempo había anotado su mujer. Pero la sorpresa fue descubrir que ambos números eran iguales. “Eso debe ser una señal”, pensó para él.

Hace una semana, Juan vino a verme a la consulta. Finalmente ha decidido operarse.

La historia del elefante Luisito

Luisito es un elefante de madera de 15×10 centímetros que adorna la consulta junto con otros objetos y recuerdos de diferentes orígenes, estilos y procedencias. Desde siempre me ha gustado el arte y he mostrado interés por la cultura. Es por eso que los diferentes despachos de la Clínica son pequeñas exposiciones de arte.

Julio R. había heredado de sus padres el singular elefante que en 1935 compraron en un mercado ambulante de la India. Desde que era pequeño lo había visto en casa, donde ocupaba un lugar privilegiado en el comedor.

El Julio R. depositó en el elefante una gran confianza y a menudo compartía con él sus preocupaciones y le explicaba los recuerdos que tenía de sus padres para poder extrapolar sus sentimientos más personales y profundos.

En 2007, Julio R. cayó enfermero. Esta enfermedad lo marcaría para el resto de su vida.

Ante el temor de recaer y morir, se mostró preocupado por encontrar y elegir un buen heredero que supiese valorar tanto como él el significado que tenía el elefante Luisito.

El Julio R. tenía mujer e hijos pero buscaba una persona con suficiente sensibilidad para cuidar el elefante de madera y evitar así que acabase en un cubo de basura o en manos de un desconocido.

Después de reflexionar durante varias semanas, Julio R. se presentó en la consulta junto con Luisito y me dijo: “Me hago mayor y tengo un objeto muy significativo para mí que es Luisito. Me da miedo que no lo traten como lo he hecho yo y he tenido la sensación que usted, Dr. Rull, será capaz de hacerlo”.

Desde hace años, Luisito ocupa un lugar muy destacado en esta consulta.